REVISTA YACHTCHING SUD Nº 910 SEPT /OCT 2010
Freddy Philips, Bélgica
Traducción libre del francés por Denise Baron G.
Cofrade Colaboradora

nuevos01En una época donde los mega Fórmula 1 se turnan para medir la circunferencia de la tierra, el paso obligatorio por el Cabo de Hornos sigue siendo la prueba “suprema”. Según Philippe Monet, Skipper (Capitán) del “Elle et Vire” en 1989, una circunnavegación no es nada comparado con el paso del Cabo StifF.

Si, en nuestros días ese lugar parece ser menos frecuentado, hubo un tiempo en que numerosas grandes goletas de 3 mástiles, barcas de 4 mástiles y navíos de 5 mástiles, desafiaban a diario el océano embravecido.

Durante los siglos XIX y XX elegante veleros comerciales dejaban Europa bajando por el Atlántico para enfrentar los “howling fifties”, doblando el Cabo de Hornos antes de bordear la larga costa chilena, ayudados por la corriente de Humboldt hacia el norte para recalar finalmente a los puertos de Valparaíso, Antofagasta, Iquique o Callao y aún más lejos a Oregón. En esos puertos descargaban carbón inglés o cemento y seguían viaje con carga de guano, fosfatos, madera, trigo y otros productos diversos necesarios para el desarrollo de nuestra industria occidental.

Según la tradición ancestral, solo aquellos marineros que habían participado en esas increíbles aventuras y quienes enfrentaron tempestades y naufragios para pasar el Cabo Stiff, tenían el derecho de usar el título de Cap Horniers.

Sin embargo el advenimiento de los barcos a vapor, la apertura del canal transoceánico de Panamá en 1914, así como las nuevas leyes sociales de trabajo de 1918 y 1930 relegaron el peligroso cruce del Cabo de Hornos a los archivos de la historia marítima.

En 1937, algunos capitanes franceses, que habían pasado el Cabo de Hornos a vela, por lo menos una vez, estimaron un deber perpetuar el espíritu de valentía y el sentido marinero que los había animado durante tantos años. Ese espíritu debía ser cultivado y transmitido a las jóvenes generaciones, hechos y tradiciones fruto de actos cotidianos tantas veces renovados, agrupándose en una “Amicale des Capitaines au Long Cours Cap Horniers” decidiendo que aquellos que habían tenido el mando en el cruce del Cabo, recibirían el nombre de “Albatros”; aquellos que cruzaron el Cabo no importando el rol que tuviesen a bordo, pero que fueron valientes en el largo camino, fueron llamados “Malamoks” y finalmente aquellos que no fueron registrados recibieron el nombre de “Cape Pigeons” ,Palomas del Cabo.

Al término de la guerra, la asociación francesa nacida en St. Malo, se volvió internacional y pasó a llamarse “ Amicale Internationale des Capitaines au Long Cours”, Cap Horniers , AICH”. Cada año ella organizaba un congreso en un país diferente; En Bélgica fue en 1957 y 1981.

Desgraciadamente con el pasar de las mareas, numerosos Cap Horniers emprendieron su último viaje. L’Amicale se disolvió en 2003.

Sin embargo, dos años antes (2001), la sección chilena fundada en Valparaíso en 1987, que por la ubicación geográfica de su país, se vio regularmente incrementada con nuevos miembros, había organizado un fabuloso congreso con un apoteósico desembarco en la isla Hornos después de navegar el Estrecho de Magallanes y el Canal Beagle a bordo del transporte Nº41 Aquiles, de la Armada de Chile. Ese evento quedó para siempre grabado en la memoria de los participantes.

Esa misma atípica sección siempre presidida por el Contraalmirante (R) R. Benavente, reincidió invitando a sus amigos Cap Horniers de todos los países del mundo entre el 15 y 22 de abril del año en curso con ocasión del Bicentenario de la Independencia de la República de Chile. Si bien la visita programada al Cabo de Hornos tuvo que ser anulada en el último minuto, ya que el violento terremoto de febrero obligó a movilizar todas las fuerzas vivas del país, los participantes de nueve diferentes países tuvieron la posibilidad de participar en diversas actividades marítimas y de otro tipo de este fabuloso país. Los puertos del fin del mundo: Puerto Natales y Punta Arenas, los grandes veleros de “Velas Sudámerica 2010” en Valparaíso; un crucero excepcional sobre las aguas del glaciar Grey y el descubrimiento de las fragancias de la siempre ventosa Tierra del Fuego (Patagonia) tan querida de Francisco Coloane o de J. Raspail. Última etapa antes de entonar los tradicionales “Shanties”, previos a nuestra partida de Chile, durante la cena de despedida organizada en el prestigioso Club Militar “Lo Curro” de Santiago.

Más allá del agrado, el “Encuentro Chile 2010” mostró sin ninguna duda la capacidad de adaptación de los chilenos a la evolución de las costumbres y de las mentalidades, admitiendo que los Albatros, Malamoks y Cape-Pigeons habían todos “crossed the bar”, la época de los Cap Horniers tradicionales pertenece ya al pasado.

Fue por lo tanto una nueva generación de marinos quienes llegaron al Encuentro en tierra chilena. Todos, por supuesto, habían doblado el Cabo de Hornos y enfrentado la bravura del mar océano, pero ya no en las mismas circunstancias. En regatas o en cruceros alrededor del mundo, investigaciones científicas, en camino hacia la Antártica o como nosotros, habiéndolo pasado de modo más o menos organizado.

Esta nueva generación conoce las historias de los tiempos pasados pero no cree que ésos fueron mejores.

Realistas y mirando hacia el futuro esos labradores de los mares modernos, con nuevos referentes, marcaron este congreso con una positiva y fructífera interconexión…en el más puro Espíritu del Cabo de Hornos.